VIAJE A NUEVA YORK (Febrero de 2009)
El Museo Metropolitano de Arte de Nueva York es uno de los más destacados del mundo. Abarca colecciones que van desde el arte clásico de Grecia y Roma hasta el arte decorativo, pintura y escultura estadounidense, pasando por el arte egipcio, oriental, pintura europea, vestidos, grabados, arte de Asia, Oceanía y América, armas y armaduras y un largo etcétera. Pero me paro en el arte medieval y en concreto en “Los Claustros” (The Cloisters) llamados así por las estructuras de época medieval formadas por cuatro claustros, tres capillas y varias salas de exposiciones.
Trasladados desde Francia y España piedra a piedra y reinstalados allí a cambio de compensaciones económicas y otros intercambios, los políticos de entonces los cedieron a los mecenas estadounidenses.
Entre ellos se encuentra el claustro de estilo románico del monasterio de S. Miguel de Cuixá (Francia) y parte de la iglesia románica de Fuentidueña en Segovia, con un fresco de S. Juan de Tredós (Lleida) y que con una estudiada iluminación, produce una sensación bastante real. En otra capilla gótica, vemos las tumbas de caballeros catalanes del siglo XIII y XIV. Resumiendo, se evocan en este conjunto con las fuentes, vidrieras, vigas, columnas labradas, tapices y hasta jardines el ambiente de la época. Además de los elementos arquitectónicos, se muestran también tapices, objetos sacros, códices y pintura flamenca.
Cruzando Harlem, al norte de Manhatam, nos vamos a encontrar con este remanso de paz en medio de la enormidad de sus construcciones. Pasear por el conjunto produce una extraña sensación y nos hace añorar nuestra vieja Europa.
Columbus Circle, es otro punto donde curiosamente encontré una estatua de Cristóbal Colón. Está situada esta plaza en el ángulo suroeste de Central Park.
El Instituto Cervantes ocupa un antiguo edificio de ladrillos rojos con un patio-jardín. El espacio de 2800 metros cuadrados está repartido entre aulas, galería de arte, biblioteca, auditorio y otras dependencias. Se cuenta que esta propiedad que en su día fue protegida, la cogió el diseñador James Amster y convirtió lo que en el siglo XVIII fuera terminal de las diligencias que llegaban de Boston en lo que es hoy, un oasis dentro de Manhatam.
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