jueves, 8 de marzo de 2012

Peña de Alájar o de Arias Montano








              Uno de los lugares que he recorrido durante este viaje por la provincia de Huelva ha sido la Peña de Alájar o de Arias Montano. Lugar de gran belleza paisajística con excelentes panorámicas sobre la sierra de Aracena. Las fotos son de este paraje.


           Curiosamente para mis ratos de descanso en el hotel me había llevado la obra de Néstor Luján titulada “La puerta del Oro” en la que uno de los personajes que interviene es Arias Montano. Quedé sorprendida cuando supe que en aquel lugar tuvo su casa, se retiró para el descanso, estudio y donde se le admira y homenajea.


             Me interesé por su vida y obra y a continuación resumo algunos datos que he encontrado sobre este personaje.








Monumento en honor de Arias Montano 

en la Peña que lleva su nombre 

Ermita de la Reina de los Ángeles, siglo XVI 


















Alájar (Huelva) desde la Peña 
Espadaña y garitas apilastradas.



















Interior de la ermita 









Panorámica desde la Peña de Arias Montano. 








Portada almohadillada. Lo que queda de lo que fuera su casa. 









Pirámide que Montano mandó erigir en honor de FelipeII y 

su secretario por la visita que le rindieron. 



               Nace en Fregenal de la Sierra, 1527 y muere en Sevilla, 1598. Es uno de los hombres más cultos y sabios del panorama intelectual español del siglo XVI. Fue una de las figuras básicas del humanismo español y su importancia política, cultural y religiosa en el reinado de Felipe II fue extraordinaria.

            Su familia pertenecía a la pequeña nobleza, aunque su situación económica no era excesivamente buena, por lo que el padre se ganaba la vida, como notario de la Inquisición.

             La vida fecunda de Arias Montano se asentó sobre una larga y sólida formación, y como muchos otros habitantes de la Baja Extremadura a lo largo de los siglos, el joven Montano inicia en Sevilla sus estudios gracias a la protección de un pariente acomodado. Buena prueba de su capacidad intelectual y de su esfuerzo personal es la publicación, a los catorce años, de un trabajo de carácter científico sobre las antiguas monedas castellanas. Evidentemente, se trata de un trabajo juvenil que ya muestra en ciernes el gusto investigador de nuestro personaje. 


            En 1546 cursa Artes en la Universidad de Sevilla, pero ya en 1550 aparece matriculado en la de Alcalá. Los años que Montano pasó en Alcalá de Henares fueron decisivos para su formación intelectual y humanística: estudia lenguas semíticas (hebreo, arameo, etc.); domina el griego y el latín; profundiza en el espíritu humanista y se inicia en los secretos de la filología comparada, pero, sobre todo, Arias Montano aprende en Alcalá el secreto de trabajar codo con codo junto a estudiosos de diferente ideología, abriendo su mente y su espíritu a las aportaciones de los demás, al margen de su nacionalidad, de su confesión religiosa o de su ideario político. Fue aquí, precisamente, donde Arias Montano conoció a Fray Luis de León, a quien le uniría una gran amistad el resto de su vida. El monje agustino había acudido a la universidad de Alcalá atraído por el nombre de Fray Cipriano de la Huerga, catedrático de Biblia, tema que interesaba profundamente al joven estudiante y que, con el tiempo, habría de causarle más de un problema con el Santo Oficio. En resumen, los años pasados en Alcalá van a hacer de Montano un sabio humanista, un especialista en lenguas semíticas y uno de los mayores expertos en el conocimiento de la Biblia que ha dado nuestro país. También se despertó en él, ya en estos años de juventud, el gusto por la creación literaria, hasta el punto de que en las fiestas del Corpus del año 1552 fue coronado como poeta laureatus por la Universidad Complutense.


            Tras los años de Alcalá se abre la etapa más desconocida en la vida de Arias Montano. No obstante, sabemos que viajó durante algún tiempo por Italia y que impartió algunos cursos en la Universidad de Salamanca con gran éxito, según parece, entre los alumnos. Probablemente, también pasó largos periodos dedicado al estudio y a la lectura en la Peña de Alájar en su residencia campestre situada al norte de la provincia de Huelva y que Arias Montano había heredado. Este enclave, agreste y hermoso, fue siempre muy querido por nuestro sabio. En medio de su frenética actividad posterior, Arias Montano añorará con frecuencia la paz y el sosiego de la Peña.


            A la edad de treinta años fue ordenado sacerdote y admitido en la prestigiosa Orden de Santiago tras un exhaustivo proceso para establecer su limpieza de sangre. Arias Montano manifestó siempre a lo largo de su vida una gran satisfacción por pertenecer a la Orden. El clérigo Montano llevó siempre una vida personal sumamente austera. 


              Sin duda debido a la fama de sus conocimientos es elegido miembro de la delegación española que asiste al Concilio de Trento, en concreto como asesor del obispo Martín Pérez de Ayala. Pronunció dos discursos ante el pleno de los delegados, uno de ellos, curiosamente, sobre un tema tan actual como el del divorcio. Su excelente dominio del latín hizo que fuera el orador español más escuchado, según afirman los documentos de la época.


            Es nombrado capellán real por Felipe II quien, además, le otorga una pensión anual como prueba de gratitud por los servicios prestados.


               En 1568 va a recibir Montano el encargo más decisivo de su vida: la dirección de la Biblia Políglota (también conocida como Biblia Regia de Amberes o Biblia de Arias Montano). Para entender la exigencia de esta labor, hay que hacer un poco de historia. En el año 1517 se publicó en Alcalá la Biblia Complutense, bajo el patrocinio de los Reyes Católicos. Felipe II, no queriendo ser menos que sus antecesores, aceptó el ofrecimiento del impresor flamenco Cristophe Plantin para publicar la Biblia en varias lenguas distintas (de ahí el nombre de políglota): latín, griego, hebreo, etc. Con esta obra inmensa se intentaba dar una respuesta, desde el lado católico, a los estudios e investigaciones bíblicas realizadas desde el campo protestante.


            Tras consultar con teólogos de la Universidad de Salamanca y de Alcalá, Felipe II dio el visto bueno a la obra y encomendó la dirección y supervisión de la misma a Arias Montano. Para ello, el humanista español debe trasladarse a Amberes donde va a trabajar en un ambiente intelectual muy liberal y profundamente influido por las tesis de Erasmo de Rotterdam. La Biblia de Amberes, a pesar de tener poderosos protectores, no fue aceptada en principio por Roma. El problema era siempre el mismo: la Iglesia sólo reconocía como auténtica la Biblia conocida normalmente como Vulgata, que era la traducción de los textos sagrados que hizo San Jerónimo al latín. Por eso, los intentos de partir del texto original o de interpretar las Sagradas Escrituras con criterios filológicos, chocaban siempre con la negativa de las autoridades eclesiásticas. No obstante, el interés del rey Felipe en esta obra consiguió arrancar del Papa el permiso oficial para su circulación.


             Siete años permaneció Benito Arias en Flandes, territorio en el que se producía una violenta rebelión contra la dominación española, de tal forma que se alternaban los momentos de paz impuesta con los episodios más cruentos de la guerra declarada. Montano no permaneció al margen del conflicto, ya que fue nombrado por Felipe II Consejero del gobernador español, que en aquel momento era Fernando Álvarez de Toledo, Duque de Alba. La actitud de Montano sobre este grave tema va a ir experimentando una profunda evolución a lo largo de los años que permaneció en Amberes. 


              En un primer momento, su admiración hacia el Duque de Alba y hacia su política de mano dura con los rebeldes fue absoluta. Sin embargo, Montano, desde su perspectiva de intelectual, más amplia que la visión estrictamente militar del Duque de Alba, propuso una serie de medidas tendentes a resolver el conflicto entre flamencos y españoles. Y así, sugirió reformar el sistema educativo, realizar intercambios de estudiantes entre los Países Bajos y España, crear una cátedra de español en la Universidad de Lovaina, etc. Como buen humanista, concede al conocimiento y al estudio una importancia fundamental a la hora de resolver los gravísimos problemas políticos, militares y religiosos con los que España se enfrentaba en los Países Bajos. Hay que señalar, no obstante, que muy pocos de estos proyectos se llevaron a cabo. La lógica de la confrontación política y militar se impuso, una vez más, sobre la lógica de la razón y del mutuo conocimiento.


              Cuando el Duque de Alba fue sustituido por Luis de Requesens, Arias Montano continuó ejerciendo su alto cargo de Consejero, intentando que sus ideas pacificadoras tuvieran éxito. Por desgracia, los graves errores cometidos por la administración española y el nulo interés de la nobleza holandesa por la paz hicieron inútiles todos estos esfuerzos.


                 Si nos hemos detenido con amplitud en este punto ha sido para dejar patente la importancia que el sabio extremeño tuvo a la hora de definir la política española con respecto a los Países Bajos, sin embargo su actuación ha merecido, hasta el momento, escaso interés por parte de los estudiosos. Hemos de agradecer que hayan sido autores holandeses, precisamente, los que han puesto de manifiesto la actividad política de Montano en los Países Bajos.


                Felipe II le nombró director de la Real Biblioteca del Escorial, cargo en el que permaneció más de diez años y en el que nunca se sintió realmente a gusto. Arias Montano siguió, no obstante, con su labor investigadora y creadora. Finalmente, acaso por perder la confianza del Rey Felipe, Montano se vio libre de todos los cargos y empleos oficiales y pudo retirarse a su heredad onubense dedicado al estudio, a la investigación y a la creación de libros de muy diversa temática. Sin embargo, tenía obligaciones reales con respecto al monasterio de Santiago de Sevilla, del que fue nombrado prior, pero es que, además, Felipe II requería constantemente su presencia en la corte para consultarle y pedirle asesoramiento sobre las más diversas cuestiones, considerando que Montano, aparte de la sabiduría y la experiencia adquiridas a lo largo de toda una vida, estaba ya, por su edad y por su propia actitud, más allá de toda ambición personal. Su ideario se cifraba en aconsejar una actitud paternal, mantener principios humanitarios y vivir en una postura ética diáfana. Comprensión, templanza y caridad eran los rasgos más sobresalientes de su carácter.


           Arias Montano murió en Sevilla el 6 de Julio de 1598, en casa de unos amigos, adonde se había hecho trasladar al sentirse enfermo. Allí, serenísimo, dejó huérfana a España el eximio doctor Benito Arias Montano, viajero incansable, bibliógrafo, teólogo, filósofo, científico, escriturario y poeta de primer orden, doctor laureatus en lenguas semíticas y políglota de modernas, autor de más de cien obras y tratados, consejero de FELIPE II, Comendador de la Orden de Santiago, embajador, supervisor general de la Biblia Políglota de Amberes, Bibliotecario Mayor de El Escorial, Capellán Real y sabio universal (Barón de Hakeldama & Avantos Swan). Su cuerpo está enterrado en la cripta de la Iglesia de la Universidad sevillana. Digno descanso para quien siempre vivió inmerso en el mundo de los libros, del conocimiento y de la sabiduría.

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