EL CASTILLO DE
ALMANSA
Encaramado
sobre el cerro del Águila, eleva su espectacular silueta sobre la llanura
almanseña. La forma amesetada del cerro le proporciona una especial armonía
entre las abruptas formas de las rocas y la edificación que se asienta en ella.
Desde
la plaza de Sta. María se accede por una amplia escalinata a los dos recintos
que hoy se visitan defendidos por torres semicirculares y lienzos almenados. El
recinto inferior es un espacio amurallado sin techumbre con una interesante
exposición de antiguos instrumentos de tortura. Por una empinada escalera se
accede a un segundo recinto en cuyo centro se alza la majestuosa torre del
homenaje de planta rectangular con sillería y mampostería. Su bóveda presenta
una crucería gótica y los escudos del marqués de Villena. Una impresionante
escalera de caracol nos lleva a la terraza almenada desde la que se puede
contemplar el “Corredor de Almansa” en toda su extensión.
Las
partes más antiguas que se conservan corresponden al periodo almohade. El
castillo se rindió al infante cristiano Alfonso, luego Alfonso X el Sabio. En el
siglo XIV pasó a manos del infante D.
Juan Manuel que lo mandó reconstruir sobre las antiguas edificaciones
musulmanas. Por aquella época, Almansa formó parte del señorío de Villena. El
señorío pasó después a Alfonso de Aragón, primer marqués de Villena, hasta que
Enrique IV, ya en el siglo XV lo entregara a Juan Pacheco, segundo marqués de
Villena. Él y su sucesor adaptan la fortaleza a las nuevas técnicas defensivas
como fue el uso de la pólvora, siendo de esta época la torre del homenaje.
Cuando
Almansa pasa a la Corona en tiempos de los Reyes Católicos, envían a la zona al
capitán Luis Enríquez de Navarra con su compañía de caballería y en 1487 se
afincan definitivamente en Almansa. Será un biznieto suyo el que obtendrá el
título de Alcaide perpetuo del castillo, título que han seguido ostentando sus
descendientes.
Al
igual que otros castillos, a partir del siglo XVI entra en un periodo de
abandono ya que sus funciones principales quedan en desuso. En 1919 gracias a
los informes de la Real Academia de la Historia y a la de Bellas Artes de S. Fernando
se libra de la demolición hasta que en 1921 fue declarado Monumento Histórico
Artístico Nacional. En la segunda mitad del siglo XX en distintas ocasiones ha
sido objeto de reconstrucciones que lo han dejado con su fisonomía actual.
Los
almanseños llenos de orgullo saben que gracias a su castillo han llegado a tener
una ciudad con un pasado brillante.
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