Antequera
El hecho de tenerla tan cercana, tan accesible, hace a veces que no la tomemos con la consideración que se merece. Pero en cuanto reparamos un poco dejando al margen los motivos comerciales o de cualquier otro tipo que nos hayan llevado allí, nos encontramos con una preciosa y tranquila ciudad llena de encanto y belleza por sus incontables e interesantes monumentos que nos hablan de su pasado esplendor.
Remontándonos a épocas prehistóricas de las que existen numerosos vestigios, no en vano está asentada al pie de una fértil y apetecible vega, nos encontramos con uno de los conjuntos megalíticos más importante de Europa, siendo el dolmen de Menga el más antiguo. Se completa con el de Viera y Romeral, éste último con una primitiva falsa cúpula. Estaban destinados a enterramientos colectivos siendo su estructura básica la de enormes losas en posición vertical que sostienen otras horizontales formando así una especie de galería.
Pasa por manos romanas, de las que quedan restos de una villa, la escultura del Efebo y las ruinas de la ciudad romana de Singilia Barba que se encuentra a 6 kilómetros de Antequera y que junto con Malaca (la actual capital de Málaga) y Acinipo (cerca de Ronda), son las más importantes de la provincia. Aunque oculta por el tiempo, se pueden apreciar parte del foro y de la necrópolis de la ciudad, el atrio de una casa y el teatro).
Luego fueron godos y árabes los que dejaron su huella (Alcazaba de Antequera como parte de la medina islámica), hasta que la ciudad ve surgir su etapa más floreciente tras su conquista cristiana en 1410. Aquí hay que hacer mención especial al regente Fernando que asumió su conquista en nombre de su sobrino Juan II y que ha pasado a la historia con el sobrenombre de “el de Antequera”.
Su “edad de oro” está formada por los periodos renacentista y barroco cuando se convierte en un gran centro económico por su característica de “cruce de caminos” y que aún hoy mantiene con toda su vitalidad. La presencia de importantes miembros de la nobleza así como de órdenes religiosas que emplean sus recursos en embellecer la ciudad, no son ajenas a este auge. Testimonio de ello son las iglesias, conventos y casas palaciegas que se han conservado hasta hoy.
Uno de los más destacados palacios es el de Nájera sede hoy día del Museo Municipal, la casa del marqués de la Peña de los Enamorados con torres en las esquinas, la de la marquesa de las Escalonías con una interesante portada manierista, la de los Colartes actual Museo de la Diputación Provincial con portada barroca y otras muchas situadas entre las calles Cantareros, Tercia, Laguna y Lucena.
En cuanto a iglesias y conventos destacar la Real Colegiata de Santa María la Mayor (hoy desacralizada) y que junto con la de S. Sebastián, S. Juan y S. Pedro constituyen el mayor exponente del renacimiento en Antequera. Ya dentro del estilo barroco hay que destacar la iglesia del Carmen recientemente restaurada con su magnífico artesonado y Altar Mayor, los Remedios, Santiago, Madre de Dios, S. José (Descalzas) y Belén.
La naturaleza ha dotado también a Antequera con muchos atractivos y aquí hay que mencionar El Torcal paisaje sorprendente de naturaleza kárstica con miles de formas moldeadas por la erosión. Un paisaje onírico y surrealista donde el visitante que se aventure por una de sus rutas, verá, ayudado por su imaginación, distintas figuras modeladas en la piedra, eso por no contar la riqueza de la fauna y la flora de este singular paraje natural único en Europa.
Pero no sólo el patrimonio de Antequera es histórico o natural sino también cultural. La ciudad adquiere importancia literaria en tres momentos determinados: Siglo de Oro, Romanticismo y en la actualidad. Una vez acabada la Real Colegiata, se creó una cátedra de Gramática con importantes preceptores surgiendo un grupo de poetas, (la llamada escuela antequerana), muy destacados entre los que se encontraba Pedro Espinosa. Del siglo XX, mencionar entre otros al poeta José Antonio Muñoz Rojas. Es asimismo tierra de grandes religiosos entre los que destacaremos a la beata Madre Carmen y al beato Enrique Vidaurreta.
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